Internet se inventó para que los guionistas no pudieran trabajar.

Está claro. Es una conspiración de manual.

Los que inventaron la red de redes no lo hicieron con el propósito de conseguir un mundo global e interconectado. No, señor. Esa es la explicación que se creen los poco avispados. Internet se creó para que los guionistas que escriben en casa pierdan el tiempo y no llenen el mundo con sus esquizofrénicas ideas.

«¿Cómo ha llegado a tan brillante conclusión sin la ayuda de Iker Jiménez y señora?», os preguntaréis. Sencillo. Desde antes de Navidad mi trabajo de guionista se viene desarrollando desde mi casita. O, dicho en términos modernos, estoy ejerciendo el tele trabajo. Algo que  para muchos guionistas es su día a día. Bien sea porque se dedican al cine, bien porque escriben ficción televisiva. El caso es que currar en casa, teniendo internet, es realmente complicado.

Y es que trabajar en casa no es el chollo que todo el mundo puede pensar que es a bote pronto. Requiere disciplina, autocontrol y todas esas cosas que en general los seres humanos normales y corrientes no tenemos. Que sí, que tener tus propios horarios mola, pero el lado oscuro es que trabajas en pijama y tienes tu ordenador conectado a la red, con sus múltiples y fascinantes focos de distracción. Justo cuando estás a punto de encumbrarte escribiendo el más chispeante diálogo cómico que en el mundo ha sido, tienes un mensaje en facebook. En el mismo momento en que vas a darle un trepidante giro a tu escaleta, te das cuenta de que no has contado al mundo entero cómo te va a través de twitter… Y así un largo etcétera.

Esta es la verdadera cruz con la que lidiamos los guionistas. No los sueldos bajos, los trabajos que sólo duran dos meses, las exigencias de las cadenas… No. Es internet.

Si no es así, ¿por qué estoy escribiendo este post en vez de estar currando?

De pensión.

No, no voy a hablar de esos jóvenes que viven con sus padres y tienen que irse a un hostal para echar un kiki. Voy a hablar de la reforma de las pensiones que el tan izquierdista gobierno del señor Zapatero nos ha encasquetado.

Porque, por si no os habíais dado de cuenta, a los que ahora mismo tenemos poco más de treinta años, más nos vale haber empezado (y no haber parado) a cotizar a los veinte. Porque de lo contrario vamos a seguir currando con bastón y bombona de oxígeno. Lo que puede resultar algo incómodo la verdad.

El caso es que ayer mismo se aprobó la tan cacareada reforma. Además con el acuerdo de los sindicatos. Casi ná. Una reforma que nos dicen que es fundamental para el momento económico en el que vivimos. Pero, ¿lo es? Pues yo creo que no.

En el momento económico que vivimos, hay dos problemas principales. Uno es la falta de empleo (tiene toda la pinta de que vamos a llegar a 5 millones de parados). El otro es, en parte, la causa de este primero: la falta de crédito para las empresas por culpa de lo que inició todo este follón, la crisis del sistema financiero. ¿Cuál de estos dos problemas resuelve la reforma de las pensiones? Ninguno. Porque, ¿desde cuándo que la gente se jubile más tarde, ocupando así un puesto de trabajo, favorece la creación de empleo? Y, ¿cómo es posible que retrasar la edad de jubilación sirva para reformar el sistema financiero? Pues eso.

Y ahora la hipótesis sobre lo que está pasando. Habréis oído mil veces que todas estas medidas restrictivas son para «tranquilizar a los mercados». Y los mercados, parece ser, lo que quieren ahora es que el sector público se haga más pequeño cada día. Eso, por si nadie lo había pensado, supone que se destruya empleo. Es decir, si el estado encarga menos trabajo porque recorta sus gastos, hay más gente que se va al INEM. Pero es lo que quieren «los mercados». ¿Y quiénes son los mercados? Pues, básicamente, los inversores. Que son, básicamente, los bancos. ¿Y todo esto del retraso de la edad de jubilación no será una brillante idea de la banca para que la gente se acojone y corra a su sucursal más cercana para hacer un plan privado de pensiones?

Tengo la sensación de que, en el fondo, lo que estamos viviendo es que, los tipos que nos metieron en este follón, siguen teniendo la sartén por el mango y, no sólo no han aceptado que tienen que pagar por sus temerarias políticas de inversión que nos han llevado al hoyo, no. Ahora además quieren ganar más dinero todavía. Sacar provecho del lío en el que nos han metido. Y probablemente sea un deseo legítimo. De caraduras, pero legítimo. Lo grave es que casi todos los gobiernos, no sólo el nuestro, les hagan el juego.

Así que, no nos engañemos, todo este rollo de tranquilizar a los mercados, no va a hacer que mejoren nuestras vidas. La banca no va a hacernos ningún favor. Cuando tengan sus bolsillos más llenos, ellos seguirán a lo suyo, y nosotros a lo nuestro. O sea, a cobrar el subsidio de desempleo mientras nos quede.

Hasta los cojones de la polémica por la ley Sinde.

Sí, ya sé que en el anterior post también hablé de ella y que es paradójico que diga que estoy harto de tanta polémica y siga hablando de ella.

Pero es que, con la dimisión de Alex de La Iglesia como presidente de la Academia, el tema vuelve (again) a salir a la palestra. Y estoy un pelín harto.

Harto, en primer lugar, de que se manipule a la gente y se la ponga en contra del mundo «artístico» con una ley que, en el fondo, no se resuelve en absoluto el problema que intenta paliar.

Harto de entrar en Menéame y que el 95% de las entradas sean post de blogs donde se pone a parir a todo aquel que trabaje en la industria audiovisual, sin tener ni la más remota idea de cómo es ese mundillo.

Harto de que se diga que todos los que trabajamos en esa industria somos asalariados del gobierno porque recibimos subvenciones. En primer lugar porque la mayoría de gente que trabaja haciendo tele o cine no recibe un duro de las instituciones. Se tiene que buscar la vida en una industria en la que la inestabilidad laboral absoluta y las pésimas condiciones son la norma.

Harto de que a diversas asociaciones de diversa índole les indigne más que un gobierno intente que ellos no puedan bajarse las últimas películas de estreno que el hecho de que ese mismo gobierno lleve a cabo recortes de derechos básicos, como una innecesaria reforma del mercado laboral o el retraso de la edad de jubilación, a instancias de los bancos y las grandes fortunas.

Harto de que la gente se queje de las subvenciones al cine español pero no digan una palabra de las que reciben los toros, las empresas, etc.

Harto de que se diga que el cine español es siempre una mierda, pero que luego todo dios vaya a ver Celda 211 y todo el mundo diga que es cojonuda (porque lo es)

Harto de que se diga que el cine americano siempre es mejor que el patrio, cuando al menos el 70% de las pelis que nos llegan aquí (y soy benévolo) son una mierda pinchada en un palo. Con mucho presupuesto, sí. Pero una puta mierda.

Harto, en definitiva, de que la gente se deje manipular en vez de pensar un poquito después de informarse.

Pos eso.

A la gente le caemos malamente.

Pie de foto: Un par de guionistas reciben su merecido por chupar del bote.

Sí, compañeros de profesión que estáis en vuestras casas cómodamente leyendo esto, a la gente la caemos mal. Es más, la gente odia a los guionistas.

Como sabéis ya ha salido en el BOE la convocatoria a las subvenciones para el desarrollo de guión de largometraje y la noticia ha aparecido en Meneame. Cuando yo la he leído había nada menos que 135 comentarios y el 99% de ellos eran para decir que todos los guionistas somos unos hijos de puta mantenidos por el Estado y que menuda vergüenza que, con la que está cayendo, le den dinero a alguien para escribir cuatro chorradas. Esto, leyendo entre líneas.  Aquí van algunos de los comentarios que más me han gustado:

«Genial. Ando escaso de dinero; voy a ponerme a escribir alguna chorrada, a ver si me llueve una subvención»

«¿Al final los piratas quienes eran? No me queda muy claro»

«¿Pero para repartir lo robado no estaba la SGAE?»

«Bueeeeno, siendo el cine español como es, casi mejor pagarles por que no peliculicen esos guiones»

«Se primarán las mierdas que sean españoladas. Ahora entiendo por qué casi todas las películas españolas son una mierda.»

Bueno, ya os imagináis por dónde van los tiros.

En realidad a nosotros no nos odian. Nosotros sólo les caemos mal. Odiar, odiar, ellos odian a González Sinde. Sí, básicamente se dedican a decirle de todo menos bonita a la Ministra Sinde. Y el odio que ha suscitado esta mujer a colación de la ley de descargas empieza a salpicarnos a todos. Ojo, que no digo que sea culpa suya. Al menos no del todo. Primero, porque probablemente la ley no la haya escrito ella (vale, quitad el probablemente.). Segundo, por, en parte, tiene razón. A saber: no puede ser legal que haya gente que gane mogollón de dinero a costa del trabajo de otros. Repito que GANE DINERO. Si no se gana dinero compartir información no es ilegal a día de hoy y no debería serlo. Eso no es piratear. Y tercero, porque la reacción contra esta ley es en muchas ocasiones digna de nuestra larga tradición de cerrilismo sin sentido. Los cuatro iluminados de turnos a los que el anonimato de internet les lleva a soltar burradas sin contrastar, sin saber nada del mundo audiovisual y su industria, piensan que descargarse pelis por la cara es un derecho. Y mire, no. Se puede discutir si, como he dicho, es ilegal o no. Pero un derecho no es. Mejor harían montando campañas contra la banca o el sistema financiero que sí nos está robando derechos.

Respeten a sus idiotas.

Sé que no le voy a descubrir la pólvora a usted, respetado lector, si le digo que The Wire es la polla en vinagre. Y también sé que llego con cierto retraso al visionado de esta maravilla que nos ha regalado la HBO. Ahora mismo estoy terminando la quinta y última temporada de la serie y ya tengo nostalgia anticipada porque, un día, ya no podré ver nuevos episodios de este genialidad.

«¿Y ahora este nos va a hablar de The Wire después de tanto tiempo sin actualizar su blog?» pregunta el respetable. Pues no, los les voy a hablar de The Wire, si no de algunas consideraciones que mi pequeño y reseco cerebro ha realizado viéndola. Todas ellas (al menos las que contaré aquí) relacionadas con el mundo del guión y la ficciones televisivas.

En primer lugar, y volviendo al eterno tema de que las series americanas son mejores que las españolas (sí, es cansino, lo sé), he encontrado algo que diferencia a una serie como The Wire (o Los Soprano, o A dos metros bajo tierra, o Mad Men u otras) de las patrias. Y no es la pasta. Y no es el público potencial que tienen. Y no es que tengan mejores guionistas. Es simplemente, QUIÉN las produce. Y no hablo de determinadas cadenas, si no de lo señores y señoras que dan el visto bueno desde esas cadenas a estas series. Y eso si que es una GRAN diferencia con lo que sucede habitualmente en España.

¿En qué se diferencia ESENCIALMENTE entre España y los USA esta parte del proceso creativo en la que los que tienen la pasta meten la nariz para decir qué les gusta y qué no ? Pues primero y principal: los ejecutivos de las cadenas que emiten aquéllas series SABEN de televisión. Y cuando digo televisión no me refiero sólo a que puedan analizar los datos de audiencia, nombrar delegados a casco porro o beber cubatas en comidas de trabajo. Cuando digo televisión me refiero a ficción televisiva.

Los tíos que dan luz verde a series como Mad Men o como The Wire son tíos que (si no han sido guionistas antes) saben qué es un buen guión, en qué consisten los arcos dramáticos, cómo se dialoga bien una escena, etc. Lo SABEN y lo APLICAN, que es más importante si cabe. No quiero acusar a todos los ejecutivos de la tele patria de no saber nada de narrativa audiovisual, porque no serían justo. Pero digamos que el 80% ( soy generoso) no tienen ni puta idea.

Pero aquí no acaba el problema. De hecho, el problema no ha hecho más que empezar. El problema de verdad empieza temiendo en cuenta que nuestros ejecutivos:

a) no quieren arriesgar

y b) tratan a los espectadores como si fuese retrasados mentales.

El primer punto se basa en su miedo absoluto (y comprensible ya que su salario depende de ello) al fracaso en las audiencias. Pero ese miedo también lo tienen los señores yankis y aun así, sus series (algunas, no todas) son pa mear y no echar gota. Vamos, que, por descarte, la gran diferencia reside en la b.

Sí, queridos seres humanos con ojos que ven la tele, los señores que les ofrecen productos para que ustedes los disfruten piensan que son ustedes deficientes mentales. El ejecutivo medio español tiende a pensar que su espectador medio sabe leer, escribir, comer y cagar y poco más. Ah sí, consumir. Eso también sabe hacerlo.  Pero ahí se quedan sus capacidades.

Por eso, cuando se les presenta ante ellos diálogos, escenas, capítulos que requieran que el espectador piense al menos durante quince segundos, ellos dicen: «Alto! Esto no se puede emitir! La gente no lo iba a entender!» Cuando se intenta ser sutil ellos dicen: «¿Pero qué queremos decir aquí? La gente no quiere pensar, quiere cenar con un sonido de fondo» Por eso todas las series españolas están siempre ( y si no pregunten por ahí a los llorosos guionistas patrios) muy por debajo del nivel que podrían dar sus equipos de guión. Porque los ejecutivos, temerosos ante el fracaso, piensan que todos sus clientes son subnormales y, para no fracasar, les dan lo que ellos piensan que esos clientes son capaces de procesar. Y así llegamos a la ficción española, salvo muy honrosas excepciones.

Por eso, The Wire, jamás se podría hacer en España. No por presupuesto, ya que tampoco es una serie tan cara. Si no porque, «¿cómo va a entender el espectador ese tipo de tramas políticas, esas escenas con diálogos llenos de subtexto, esos episodios plagados de sutilezas que hacen que haya que darle al tarro para disfrutarlos?» «¿Cómo va a entender un tonto espectador español escenas como esta, en la que al inspeccionar la escena de un crimen los detectives solo dicen una palabra (un taco además) y el espectador es el que ata los cabos?»

«No en mi turno», dicen el ejecutivo español.

Así que, si queremos tener más series de calidad (algo totalmente posible teniendo en cuenta el talento que hay por ahí) deberíamos pedirles a la gente a la que hacemos millonaria viendo la tele que, al menos, nos repete.

Cine del güeno (III): Lawrence de Arabia.

Tercera entrega de esta sección sin la que sé que ustedes no tendrían una razón por la cual levantarse cada mañana y afrontar el abismo de la realidad. Hoy, en cine del güeno, la que, para mí, es la mejor peli de un señor que hizo muchas buenas pelis, David Lean.

¿De qué va?: Pues cuenta la historia de Edward Lawrence, un inglés un pelín rarito que, durante la Primera Guerra Mundial, y fascinado por la cultura de los desiertos de Arabia, se dedica a agrupar a todas las tribus de por allá para que luchen del lado de los ingleses. Durante el proceso bélico Lawrence acabará mimetizado con el pueblo al que intenta movilizar y, sobre todo, descubrirá regiones terriblemente oscuras de su interior. Vamos, lo que viene siendo una peli épica de manual.

¿Por qué es güena?: A mi Lawrence de Arabia me vuelve loco porque, a pesar de su extenso metraje, no sólo me entretiene. Me fascina. Algo realmente difícil cualquier arte, no sólo en el cine. Todo en esta película está destinado a conseguir esa sensación, desde la música de Maurice Jarre hasta la fotografía en Super Panavisión, y lo grandioso es que el resultado no es un pastiche grandilocuente como las pelis épicas que acostumbran a hacer últimamente gente como Baz Luhrman (Australia, nenes, Australia). Lawrence de Arabia te hace sentir como un niño que va al cine por primera vez.

Luego está el reparto, claro. Peter O´Toole en el mejor papel de su vida. Intenso, apasionado, genial. Omar Sharif, Anthony Quinn o Alec Guinnes completan un elenco de caerse de culo. Y están todos espectaculares. Probablemente en los mejores papeles de sus carreras. Que ya es decir.

Y tiene escenas tan impresionantes como esta que responde a la pregunta: ¿cómo leches conseguir crear suspense con la llegada de un tipo en camello en medio del desierto? Pues así: (a partir del 1:40)

O una de las mejores elipsis de la historia del cine. Esta. (En el minuto 1)

Y eso es todo.

Pronto regresaremos con otra apasionante entrega de cine del güeno.

He´s gone.

De muertos vivientes y complejos de inferioridad.

No, no es el título de un libro de autoayuda para zombies. Es que me he echao al monte y he decidido tocar dos temas en un solo post. Así. Gustándome.

Pero por partes. Lo primero, The Walking Dead, la nueva serie de la AMC (sí, la cadena de Mad men, señores) basada en el cómic homónimo de Robert Kirkman. Por si no lo habéis adivinado, la serie va de zombis. O más exactamente de un policía que se despierta de un coma para darse cuenta de que los muertos tienen hambre de cerebro, y tal. He visto el piloto y me ha dejado el ojete que no me cabe un cañamón, por decirlo finamente. No voy a spoilear, así que vedlo, porque merece la pena. De hecho es uno de esos productos que a los guionistas de por aquí nos pone a pensar en cuándo conseguiremos hacer las cosas como los americanos. Chicos, tranquilos, que yo tengo la respuesta a esa pregunta.

NUNCA

Sí, nunca. Y por varios motivos. Primero, el público potencial de una serie americana no es de 40 millones, como aquí. Si no más de 300 millones. Digamos que se pueden permitir que un episodio haga «solo» un 5% de audiencia. Así que arriesgar es más fácil. Segundo, gracias a eso, tienen muchísimo más dinero para producir, en especial las cadenas cuyas series más admiramos: las de pago. Y si a eso añadimos que los DVD de sus productos se venden en TODO el mundo, pues ya no es que no jugamos en la misma liga, es que no estamos jugando ni al mismo deporte. Tercero, ellos nos sacan muchos años de ventaja en lo que a realización y producción cinematográfica se refiere. Vamos, que como quien dice este negocio lo han montado ellos.

Así que zanjada esta cuestión, dejemos de pensar en ello de una puñetera vez. Basta de lloriqueos. Guarden sus pañuelos. Quitémonos de encima el complejo de inferioridad y hagamos nuestras propias series lo mejor que podamos. Echémosle imaginación, abramos nuevas vías dentro de nuestras posibilidades, dejemos que la imaginación compense la falta de medios e intentemos ser lo más dignos posibles. Seamos creativos.

( Y ahora, los productores de televisión que hayan leído esto último ya pueden seguir riendo carcajadas rodando por el suelo de sus lujosos despachos enmoquetados.)

He dicho.

 

España no da tanto asco como parece.

Sí, queridos amigos y compatriotas, al final resulta que España no es el puto páramo intelectual que parece ser. Bueno, mejor dicho, no lo es tanto.

Ayer miércoles Telecinco, en su inagotable esfuerzo por hacer de este país un lugar peor en el que vivir, decidió contraprogramar el tercer episodio de Hispania con esa copia de Tengo una pregunta para usted pero con Belén Esteban.

Mi mayor miedo era que esa absurdez, esa quintaesencia de lo bizarro y lo chusco, ganara a una serie que, sin ser lo mejor que he visto en mi vida, sí abre nuevas vías o caminos para la ficción española. Pero no sucedió así. Hispania le sacó diez puntos a la bazofia telecinquera. No uno, ni dos, si no diez puntos y un millón más de espectadores.

A todos aquellos que vieron la serie en vez de a la Esteban: gracias por hacer de España un país menos asqueroso en el que vivir.

Cine del güeno (II): Uno, dos, tres.

Continuamos con la sección cine del güeno con una de las pocas películas gracias a las cuales he visto a mi venerable padre llorar de risa revolcándose por el sofá: «Uno, dos, tres», un juego político firmado por el gran, inmenso, maestro, apabullante Billy Wilder.

¿De qué va?: Pues, a grandes rasgos la peli es una sátira mordaz y ultraácida de la Guerra Fría desarrollada a través de la historia de C.R McNamara, el representante de Coca Cola en el Berlín Oeste a principios de lo sesenta. McNamara lleva una vida tranquila y apacible extendiendo el consumo de la bebida capitalista por excelencia por toda Europa cuando el jefe de la compañía decide enviarle a su hiper pija hija, de viaje por el viejo continente. Y el lío se monta porque a la joven no se le ocurre mejor idea que la de enamorarse de un comunista de la parte oriental. A partir de ese momento, la cosa se complica tanto que es mejor ver la peli para disfrutar de la historia.

¿Por que es «güena»?: Uno, dos, tres es una gran película porque el humor ácido y brillante de Wilder y Diamond le hinca el diente a la guerra ideológica entre el comunismo y «el mundo libre» y no deja títere con cabeza. Tiene un ritmo endiablado (el final de la película es de infarto), unas actuaciones muy conseguidas con respecto al tono satírico de la peli y una dirección que, como siempre en Wilder, parece peor de lo que realmente es.

En definitiva, quizá no esté a la altura de El apartamento (es difícil estar a la altura de la mejor película que se ha escrito), Perdición, El crepúsculo de los dioses y otras obras maestras de Wilder, pero tiene una especial mala leche y siempre me trae buenos recuerdos.

Os dejo una escena plagada de chistes brillantes que resume bien el tono de la peli.  Les pongo en situación: McNamara (James Cagney) tiene que cruzar a Berlín Oriental para conseguir que el comunista que se ha líado con la hija de su jefe salga de la cárcel. Y va a intentar convencer de ello a la delegación rusa con la que negocia para expandir la Coca Cola al otro lado del telón de acero. He intentado encontrar en VOS pero ha sido imposible. Así que disfruten también del doblaje.

Corran! Vayan a ver La red social!

No sé a que están ustedes esperando, ahí tirados en el sofá viendo pasar la vida cuando pueden perder sus valiosos minutos en la Tierra viendo un peliculón como La Red Social.

No es que me haya sorprendido su calidad, teniendo en cuenta que la escribe un tal Aaron Sorkin y la dirige un señor llamado David Fincher, pero la peli ha resultado más de lo que esperaba.

¿Y qué esperaba? Pues un guión sólido como una roca y dialogado de esa manera que hace que te des cuenta de lo mal que dialogan todos los demás. Y una dirección virtuosa pero siempre al servicio de la historia, con manierismos pero no con adornos que molesten. Y sí, ambas cosas estaban, pero había más. Porque La Red social no es sólo la historia del pringao que inventó Facebook y que ahora es el pringado menor de 30 años más rico del planeta. La red social es una historia sobre el mal más acuciante de la sociedad de la información: la soledad. Una historia de cómo todo el mundo quiere conectar con todo el mundo y de cómo fracasan a pesar de que las herramientas que usan para ello se sofistican más y más. Y conseguir hablar de eso en una película y que no sea un coñazo, si no algo trepidante, que te agarra y no te suelta solo lo hacen los grandes.

Además la peli, por si todo esto fuera poco, acaba con esta canción de los Beatles.

La aridez del segundo acto.

Como sabéis, seguidores de este autor de referencia, estoy escribiendo un guión de largometraje. Ahora mismo, después de empezar a documentarme (algo que posiblemente no dejaré de hacer hasta escribir el último punto de la última acotación) estoy dando forma  a la estructura básica del guión. O sea, escaletando que es gerundio.

Y aquí me encuentro, con mi detonante, mis puntos de giro, mi clímax y todo lo demás más o menos claro cuando, de repente, sin previo aviso, llego a la segunda mitad del segundo acto y me encuentro… EL DESIERTO DEL SEGUNDO ACTO !!!!  CHAN, CHAN, CHAN, CHAN!!!!

Y es que, aunque mucha gente piense que escribir un guión es fácil, que ellos lo harían con la minga, una mano atada a la espalda y un oso histérico atacado por un enjambre de abejas dentro de su despacho, pues no lo es. Sobre todo por este temido momento, cuando llevas más de sesenta folios y dices… ¿y ahora qué? Tú ya has soltado la artillería y te reservas la gran traca final para el clímax de la historia, pero, ¿qué contar hasta llegar a él? ¿Qué aventuras locas y entretenidas deben salir de tu imaginación para que el público potencial de tu peli no salga del cine pensando que ellos lo harían mejor con la minga, una mano atada a la espalda y un oso histérico atacado por un enjambre de abejas dentro de su despacho?

Y es que un buen segundo acto, de esos que te dejan pegado a la butaca, es la principal diferencia entre una buena peli y una peli regulera.

Así pues, deséenme suerte.

Cine del güeno (I): El tercer hombre.

Dirección: Carol Reed. Año: 1949. Guión: Graham Greene y Alexander Korda.

Inicio una mini sección (que posiblemente no llevará a ningún lugar, como otras tantas cosas en la vida) sobre pelis que me molan mucho con una que me ha acompañado durante toda mi vida. Una película que me fascinó de niño y que hevisto con idéntico o mayor placer una y otra vez hasta esta cima de la madurez en la que me voy instalando con mi savoir faire habitual.

No voy a contar de qué va la peli, que para eso ya está wikipedia, donde encontraréis una hermosa sinopsis del film, pero sí por qué me fascina tanto.

Creo que lo que me entusiasma de este película es que tiene uno de los mejores villanos del cine. Harry Lime, un apoteósico Orson Wells, cínico, encantandor, oscuro, con una ausencia total de escrúpulos, magnético y lleno de carisma. Un personaje que llega a un impresionante climax en la escena de la noria del Pratter.

Sólo por este personaje y esta escena El tercer hombre ya merece la pena inaugurar esta simpática sección. Claro que tiene muchas otras cosas: una historia de amor, elegante, sutil, en las antípodas de las cursiladas que suelen hacernos pasar como grandes historia románticas. Una dirección impecable, el uso de un claroscuro casi expresionista, un enorme Joseph Cotten, una recreación de la Viena de posguerra fiel y apasionante… Y por supuesto, esta banda sonora.

Si esta entrada sirve para que alguien que no haya visto esta película lo haga, los cuatro minuticos que he gastado en escribirla habrán merecido la pena.

Oh, no… ¿Otra vez la guerra?

Como ya les comenté hace dos post, muchachos y muchachas, servidor se encuentra en fase de documentación y primeros esbozos de un proyecto de guión de largometraje. Y sí, como soy español, la historia transcurre durante la guerra civil.

(Espero unos segundos a que lancen ustedes sus suspiros de hastío y continúo.

¿Ya? Pues sigamos)

Sí, sí. Han oído bien. He dicho la guerra civil. Y ustedes dirán: «¿otra película española ambientada en la guerra?» Y yo entenderé, en parte, que lo digan.

Sin embargo, y quiero que conste que esto no lo digo porque esté trabajando en una historia que transcurre durante el primer año de la contienda, tengo que decir que no me parece justa ni lógica esa queja generalizada de que en el cine español hay demasiadas películas ambientadas en la guerra.

En primer lugar, porque no es verdad. La media de películas sobre la guerra civil es más bien escasa. Pero el tópico (ya convertido en chiste repetido hasta la saciedad) ha crecido tanto que se ha convertido en un pequeño monstruo que lo fagocita todo.

Les propongo un pequeño ejercicio de memoria. Piensen unos segundos en cuántas películas con esta temática o telón de fondo se estrenaron en el año 2009. ¿No lo saben? Yo se lo digo: una. El documental «Últimos testigos: Fraga y Carrillo» Sí, hubo alguna ambientada en la posguerra, que (sorpresa) no hubiese existido sin la guerra. Pero «típica película española de la guerra civil» ni una sola.

Y tras aclarar este error tan común de que el cine español está plagado de historias guerracivilistas, vamos al turrón. Y el turrón radica en las siguientes preguntas: ¿por qué creemos que se han hecho demasiadas películas sobre el acontecimiento histórico más imporante del siglo XX en nuestro país? ¿Acaso podríamos decirle a Steven Spilberg o a Quentin Tarantino cuando preparaban Salvar al soldado Ryan o Malditos bastardos que lo dejaran, que ya se habían hecho demasiadas películas sobre la Segunda Guerra Mundial? ¿O romperle en la cara a Coppola o a Stone los guiones de sus películas sobre Vietnam porque con una peli ya era suficiente?

No sé si ha quedado claro que mi respuesta para estas preguntas es un rotundo NO. Pero por si no ha quedado claro: NO!

El cine se basa en contar historias. Y el arte de contar historias se basa en que el dramatismo, el conflicto, que es lo que hace que una historia sea interesante. ¿Y qué mejor marco para algo así que una guerra? Una guerra nuestra, además. Y una guerra que, tras la Segunda Guerra Mundial, es el conflicto bélico más relevante de todo el siglo XX. ¿Por qué el cine español no debe reflexionar y enmarcar sus historias durante este período? ¿Es que tenemos complejo de inferioridad? Porque los estadounidenses no han parado de hacer películas sobre todas sus guerras (y han tenido muchas) desde los westerns enmarcados en las guerras indias hasta la segunda guerra de Irak. ¿Acaso ellos pueden y nosotros no?

Pues sí, claro que sí. De hecho, un país sano, con una memoria histórica saludable, revisa su pasado una y otra vez. Sin embargo, la herida de la guerra civil sigue abierta en España más de setenta años después. Y, precisamente, aquellos que no quieren que se recuerde la guerra (los que la ganaron) o aquellos que defiende a los pocos que la ganaron que quedan vivos, son los que finalmente han difundido ese runrún de que en el cine español se habla demasiado de la guerra civil. Para esa clase de pensamiento es mejor el pasado sin revisar, olvidarlo todo, que esos «rojos» dejen de hacer películas con el dinero público en las que ponen a parir a sus abuelos .

En España hacen falta más películas sobre la guerra civil. Películas intimistas, sí, pero también de acción, bélicas, comedias…. De todos los géneros. Porque, si tenemos una auténtica mina de oro al alcance de nuestra mano, ¿por qué no vamos a aprovecharla?

Les prometo desde aquí que servidor intentará hacer un guión lo más decente posible y que lo intentará vender para que se ruede y ustedes lo vean. Y también les prometo que no habrá niños perdiendo la inocencia, ni buenos buenísimos y malos malísimos, ni comedia coral. Cosas todas ellas muy respetables, pero que creo que ya han sido tocadas en este género tan nuestro. Les prometo que intentaré hacer un guión diferente sobre la guerra civil. Porque es un tema del que nunca estará todo dicho.

 

 

 

Bye, maestro.